Hace unos días, en consulta, una madre me contaba lo agobiada que estaba porque parecía que todo el mundo opinaba sobre su hijo de dos años: “es muy movido”. Y lo decían con ese tono y ese gesto que, sin palabras, ya juzga.

Respiremos un momento. Porque lo que a veces llamamos “ser muy movido” puede ser, en realidad, otra cosa muy distinta: curiosidad, ganas de explorar, necesidad de estímulos para seguir aprendiendo.

El cerebro de un niño de dos años

Con apenas dos años y medio, el cerebro de un niño está en plena ebullición: las conexiones neuronales trabajan a toda velocidad, y la manera que tienen de aprender es explorar, abrir, cerrar, correr, caerse, levantarse, preguntar una y otra vez.

Algunos niños son más tranquilos, sí, pero otros necesitan del movimiento para seguir aprendiendo. Y eso no es patológico. Eso es infancia.

¿Es TDAH o simplemente desarrollo normal?

Aquí es donde quiero hacer una aclaración muy importante:

  • Un bebé que se mueve mucho no es hiperactivo.
  • Un niño de tres años que no para quieto no es hiperactivo.
  • El TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) es un trastorno del neurodesarrollo, ampliamente descrito y estudiado, que no debe diagnosticarse antes de los cinco o seis años.

Antes de esa edad, hablamos de comportamientos propios del desarrollo. Ni más, ni menos.

¿Qué es realmente el TDAH?

El TDAH no es una moda, ni falta de límites, ni un capricho. Tampoco es sinónimo de un niño maleducado. Es un trastorno real que se inicia en la infancia y cuyas características principales son:

  • Inatención
  • Hiperactividad
  • Impulsividad

No siempre aparecen las tres con la misma intensidad, por eso existen diferentes subtipos: inatento, hiperactivo-impulsivo y mixto.

La prevalencia es similar en todo el mundo: afecta al 5,8 – 7,2 % de los niños y adolescentes, y a alrededor del 2,5 % de los adultos. En España, la cifra en población infantil y adolescente ronda el 6,8 %.

Como consecuencia, pueden aparecer dificultades para adaptarse en casa, en el colegio y en sus relaciones sociales. A menudo rinden por debajo de sus capacidades, y si no reciben apoyo adecuado, es frecuente que aparezcan también problemas emocionales o de conducta.

Cambiemos las palabras

Por todo esto, cuando un niño pequeño se mueve, interrumpe, salta, corre, abre cajones o hace preguntas sin parar, recordemos que los niños son niños, y hacen cosas de niños. Y que, muchas veces, lo que vemos como “movimiento excesivo” es en realidad un cerebro ávido de aprendizaje.

Quizá sea hora de cambiar las etiquetas. En lugar de “es muy movido”, probemos con: “Es maravillosamente curioso”.

¡Hasta la próxima!

Dra. Lucía Galán Bertrand | Pediatra y Escritora

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TDAH en niños/as y adolescentes

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A lo largo de esta formación veremos la importancia de tener un diagnóstico temprano y certero. También veremos cómo acompañar a nuestros hijos con dedicación, paciencia y cariño. Derribaremos los mitos que existen en torno al TDAH y cómo debemos cambiar nuestra mirada hacia los menores con este trastorno para darles el apoyo que necesitan y merecen.
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